Querido Primo. Tan sólo 4 palabras (una por cada pelo que te queda) para que sepas que estoy bien (bueno, a ver, estar, estar, sabes que estoy fatal, pero que sepas que estoy bien dentro de mi fatalidad).
Tenía un par de preguntas que realizarte, pero al escribir esta edición tan mañanera temo el alzheimer me afecte.
¿Cómo vas a sobrevivir ahora que te has pelao?
Añoro aquellos rizos tuyos ondeando al viento aquellos días en Salamanca, cuando te soltaste tu rala melena. Hoy en día todavía al recordar aquella maraña en libertad me estremezco.
Ni el alienígena de La Cosa causó tantos estragos ni terror.
Cuánto siento haberte aconsejado mal, aunque con muy buen criterio, desde aquel amanecer que pasamos juntos y vi en la prensa (fuimos los primeros en tener el mundo en nuestras manos del país) la foto del heredero del corte inglés, cuyo look desde aquel momento quise que adoptaras.
Cuál errado estaba, y cómo tuve que retractarme.
Pero nunca es tarde, y ahora, con tus nuevos aires renovados has inflado mi ser de esperanzas renovadas. Es hora ya, querido primo, de la prueba final. Yo ya estoy viejo, y veo el final de mis días percaleros, pero has de entender que no quiera irme sin pasarte el testigo.
Ya me hace soñar esa mesa que tengo reservada en Valencia de don Juán para dos personas, tú y quien ya tu sabes...esa buena mozalbeta que ahora encuanto te vea se le hará el chirri nata montada (con grumos, supongo).
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